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Stefano Maderno (Capolago, Suiza, 1576 – Roma, Italia, 1636), Santa Cecilia, 1600, mármol, Roma, Basílica de Santa Cecilia en Trastevere.
22 de noviembre, Memoria de Santa Cecilia.
La historia de la hermosa estatua de mármol blanco, situada bajo el altar y el ciborio de la iglesia de Santa Cecilia en Trastevere, está estrechamente ligada a la historia de la santa mártir romana.
No tenemos demasiados elementos biográficos de Santa Cecilia, pero su culto está atestiguado desde tiempos muy antiguos y su nombre fue incluido en el Canon Romano de la Misa. No es casualidad que fuera enterrada en las catacumbas de San Calixto, en un lugar de honor que atestigua la alta dignidad y consideración que se le reservaba: junto a la "cripta de los Papas", lugar donde están enterrados 9 papas y 8 obispos del siglo III. La Santa permaneció sepultada en las catacumbas hasta el año 821, cuando el Papa Pascual I hizo transportar su cuerpo a Trastevere, a la basílica dedicada a ella. En 1599, en preparación del Jubileo de 1600, durante la restauración, encargada por el cardenal Paolo Emilio Sfondrati, se encontró un sarcófago con el cuerpo de la mártir, en excelente estado de conservación. El Cardenal encargó al escultor Stefano Maderno la realización de la estatua que estamos admirando: debía reproducir lo más fielmente posible el aspecto y la posición del cuerpo de Santa Cecilia, tal como se había encontrado, con la cabeza girada, con el signo evidente del corte en el cuello a causa de la decapitación y con los dedos de la mano derecha que indican el número tres (la Trinidad) y los de la mano izquierda el número uno (el Dios Único).
Desde entonces, esta magnífica estatua ha acogido a todos los que visitan la iglesia romana, en recuerdo perpetuo de la gran fe de esta joven mujer, Cecilia, que supo dar testimonio de Cristo hasta el punto de dar su vida.
Sabemos de ella que era de una familia noble y que estaba prometida al noble Valeriano, que gracias al testimonio de su esposa se convirtió al cristianismo. La joven tuvo mucha influencia en la comunidad cristiana romana entre los siglos II y III: amiga y benefactora de varios papas, tuvo el don particular de ser muy convincente a la hora de anunciar el mensaje cristiano, obteniendo un gran número de conversiones.
Todo esto provocó la aversión de las autoridades romanas hasta el punto que, durante una de las persecuciones periódicas a los cristianos, primero su marido y luego la propia Cecilia fueron encarcelados, torturados y martirizados. Testimonios de su fiesta litúrgica se remontan al año 545, en la iglesia dedicada a ella en Trastevere, Roma.
El abandono del cuerpo que el escultor Maderno pudo transmitir en el mármol parece simbolizar la entrega de la joven a Dios. No vemos su rostro, sino su cuello marcado por un golpe de espada. La tela que cubre su rostro parece reparar la belleza ahora transfigurada por el martirio. Los pliegues simples y regulares de su túnica la hacen presente y real. La mano derecha extendida más allá de la base de mármol hacia nosotros espectadores, con tres dedos significando la Trinidad, es el don que esta joven mujer, en la fortaleza de su testimonio, deja perpetuamente a toda la Iglesia.