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ARTE Y MEDITACIóN - ENERO 2021

Tondo DoniMichelangelo Buonarroti, conocido como Miguel Ángel (Caprese 1475 – Roma 1564), Sagrada familia, conocida como “Tondo Doni”, 1506-07, óleo y temple sobre madera, 120 cm (diámetro), Florencia, Galería Uffizi.

Comenzamos el tema de este año con una gran obra. Es la Sagrada Familia, tal como la representa Miguel Ángel en su única pintura sobre madera ciertamente autógrafa. Estamos a principios del siglo XVI y en Florencia viven los tres mayores genios del Renacimiento italiano: Leonardo, Rafael y Miguel Ángel. Esta tabla fue pintada para Agnolo Doni, un rico comerciante de telas, miembro destacado de la alta burguesía florentina que se casó con la noble Maddalena Strozzi el 31 de enero de 1504 (y en esa ocasión Rafael pintó los retratos de la pareja, que también se conservan en la Galería Uffizi). Esta obra fue probablemente encargada con motivo del nacimiento de la hija Maria, mientras que la elección del tema parece ser un homenaje a esta importante familia, alegrada por la llegada de su primogénita.

La representación del tema parece ser realmente una cuestión de vida cotidiana. Si no fuera por la composición piramidal de los personajes principales, que ocupan casi toda la superficie de la tabla, la escena podría parecer una especie de paseo por el campo, con el niño jugando con el pelo de su madre, sostenido por un padre atento y cuidadoso. Nos llama la atención la elección de los colores de los vestidos de la pareja, que parecen dar un espesor casi de mármol a los pliegues; nos llama también la atención la elección de hacer un cuadro redondo (¡el círculo es la perfección, todos sus puntos son equidistantes del centro!), forma que Miguel Ángel ya había experimentado en un par de esculturas que representan a la Virgen y al Niño; finalmente, nos llama la atención el juego de miradas y los gestos de ambos padres, inclinados hacia ese Hijo tan pequeño pero ya tan importante.

Si nos fijamos en la profundidad representada en la obra, notamos que detrás de José hay un pequeño muro que divide el espacio donde están Jesús, María y José de lo que hay detrás, donde en el fondo podemos ver cinco figuras desnudas y un niño vestido de pelo a la derecha, cerca del muro. Los jóvenes desnudos representan probablemente a la humanidad pagana (no en vano parecen mencionarse dos famosas estatuas griegas cuyas réplicas de la época romana fueron encontradas en Roma en esos mismos años: el Apolo de Belvedere y el Laocoonte, ambos ahora en los Museos Vaticanos), mientras que el niño cerca del pequeño muro es Juan el Bautista, el profeta que marcó el paso entre el Antiguo y el Nuevo Testamento (su presencia parece confirmar la ocasión del nacimiento y el bautismo de la pequeña Maria Doni). Miguel Ángel sentía una continuidad en la historia humana y cristiana, no una fractura, tanto que el muro, en lugar de separar, simplemente marca un pasaje, un límite. Parece entonces oírse el eco de las palabras de San Pablo a los Efesios: “Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad” (2, 14). Y en esta historia de salvación, José, el esposo y el padre, tiene un lugar único y especial.

“Con corazón de padre: así José amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios «el hijo de José».

Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para entender qué tipo de padre fuese y la misión que la Providencia le confió”.

Papa Francisco, carta apostólica Patris Corde, introducción, 8 de diciembre 2020

 

(Contribución de Vito Pongolini)