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Sandro Botticelli (Florencia 1445 - 1510), La Fortaleza, 1470, témpera grassa sobre tabla, 167 x 87 cm, Florencia, Museo Uffizi
Las Virtudes: La Fortaleza.
Con el mes de abril, nuestro viaje dirigido al descubrimiento de las virtudes da un paso adelante y nos adentramos en la primera de las virtudes llamadas "cardinales", concretamente en la Fortaleza. Si abrimos el Catecismo de la Iglesia Católica, nos dice que "Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino." (nº 1804).
En concreto, " Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama “cardinales”; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza" (n. 1805).
La representación de la virtud de la Fortaleza forma parte del mismo ciclo que hemos examinado hasta ahora, aunque presenta algunas diferencias importantes. De hecho, se trata de la única tabla que no ha sido pintada por Piero del Pollaiolo. El encargo al joven Botticelli parece ser fruto de lo que hoy podríamos llamar una "recomendación" de Tommaso Soderini, uno de los trabajadores encargados de supervisar la ejecución de este ciclo y que formaba parte de un círculo político vinculado a los Medici al que también estaba afiliado el propio Botticelli. Desde un punto de vista técnico, pues, la tabla está realizado en madera de álamo (y no de ciprés como las otros seis pintadas por Pollaiolo). El taburete de mármol sobre el que se sienta la Fortaleza también es diferente de aquellos vistos hasta ahora, ya que es mucho más rico en incrustaciones.
La joven está representada vestida, con armadura y sosteniendo un cetro de mando. Aunque los atributos con los que se presenta la Fortaleza tienen un carácter militar, entendemos que se trata sólo de una referencia simbólica. La suavidad de la túnica, la elegancia del manto rojo, la calma de la mirada, la elaboración del peinado, pueden hacer pensar en cualquier cosa menos en la violencia o la guerra. Más bien, hacen que la joven aluda a la fuerza y la perseverancia necesarias para perseguir el bien.
La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 118, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).
David dirigió al Señor las palabras de esta canción, cuando el Señor lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl. Dijo:«Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. | Dios mío, peña mía, refugio mío, | escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza | y quedo libre de mis enemigos (2 Sam. 22, 1-4).
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, 3inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, 4tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: (Sal. 31, 1-4)
«Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad». Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2 Cor. 12, 9-10).
(Contribución de Vito Pongolini)