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Está aquí: Inicio Mensajes Mensaje del Asistente Eclesiástico ¿Cómo ser una Iglesia sinodal misionera? Solamente posible con las mujeres
Bajo esta interrogante, el martes 9 de julio de 2024 se publicó el texto del “Instrumentum Laboris” que guiará los trabajos de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria. No es un documento del Magisterio de la Iglesia ni el informe de una encuesta sociológica; no ofrece formulaciones de indicaciones operativas de metas y objetivos ni una visión teológica completa. No busca dar “respuestas prefabricadas”, sino brindar orientaciones y propuestas para seguir escuchando al Espíritu y responder al desafío y a la necesidad sobre cómo la Iglesia en su conjunto puede responder «a la necesidad de ser “sinodal en misión”».
Como un modo de prepararnos a la próxima asamblea general ordinaria del Sínodo, les quiero presentar este documento haciendo una relectura del mismo a partir del objetivo de la UMOFC, “promover la presencia, participación y corresponsabilidad de las mujeres católicas en la sociedad y en la Iglesia, para que puedan cumplir con su misión evangelizadora y trabajar por el desarrollo humano” y a la luz de nuestras resoluciones 2023 – 2027, especialmente la n.6 “¡La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable!” (Francisco): Sinodalidad. Formación y participación de la mujer.
El documento, que en sí mismo ya es fruto de la sinodalidad, no solo se sitúa en continuidad con el proceso sinodal iniciado en 2021, sino que, además, recoge los frutos del año pasado, integrándolos con los resultados de otros distintos encuentros y de algunos grupos de trabajo creados por la Secretaría General del Sínodo para profundizar en el estudio teológico de cinco ámbitos de reflexión: el rostro de la Iglesia sinodal misionera; el rostro sinodal misionero de las agrupaciones de Iglesias; el rostro de la Iglesia universal; el método sinodal; el “lugar” de la Iglesia sinodal en la misión. El IL articula así las síntesis recibidas para animar la reflexión de la próxima Asamblea sobre la cuestión central del encuentro de octubre: cómo ser una Iglesia sinodal en misión, la cual se especifica en la cuestión de cómo crecer en la comunión acogiendo a todos, sin excluir a nadie, en la fidelidad al Evangelio; la cuestión sobre los caminos concretos para la corresponsabilidad, reconociendo y valorizando el aporte de cada bautizado en vista de la misión común; la identificación de estructuras y dinámicas de gobierno a través de las cuales articular en el tiempo participación y autoridad en una Iglesia sinodal misionera.
Un documento extenso que consta de 112 puntos, divididos en 6 secciones: Introducción, Fundamento (n. 1-21), Relaciones (n. 22-50), Itinerarios (n. 51-79), Lugares (n. 80-108) y las conclusiones (n. 109-112). La Introducción hace memoria del camino recorrido hasta ahora y resalta los logros ya alcanzados, como el uso extendido de la metodología sinodal de la Conversación en el Espíritu, ya utilizada en las distintas instancias de la UMOFC. Siguen los Fundamentos (n. 1-18), que se centran en la comprensión de la sinodalidad vista como un camino de conversión y de reforma. No desarrolla una comprensión teórica del término “sinodalidad”, pero hace emerger una visión dinámica que articula la variedad de modos en que la sinodalidad es experimentada y comprendida en las diferentes partes del mundo, y que requiere ser profundizada. Los Fundamentos, en respuesta a la pregunta hecha para la primera sesión, ¿Cómo puede la Iglesia de nuestro tiempo cumplir mejor su misión mediante un mayor reconocimiento y promoción de la dignidad bautismal de las mujeres?, dan amplio espacio (n.13-18) a la reflexión sobre el rol participativo de las mujeres en todos los ámbitos de la vida de la Iglesia. La perspectiva sinodal evidencia tres puntos de referencia teológicos como guía para el discernimiento en esta materia: a) la participación se basa en las implicaciones eclesiológicas del bautismo; b) como Pueblo de bautizados, estamos llamados a no enterrar nuestros talentos, sino a reconocer los dones que el Espíritu derrama sobre cada uno para el bien de la comunidad y del mundo; c) respetando la vocación de cada uno, los dones que el Espíritu concede a los fieles se ordenan entre sí, y la colaboración de todos los bautizados debe practicarse en clave de corresponsabilidad. Para que esto sea realidad en la Iglesia de este milenio, el primer cambio que hay que realizar, "es el de mentalidad" con "una conversión a una visión de relacionalidad, interdependencia y reciprocidad entre mujeres y hombres que son hermanas y hermanos en Cristo, en vista de la misión común" (n.14).
A partir del reconocimiento de las diferencias y reciprocidades entre hombres y mujeres, «será necesario un mayor reconocimiento de los carismas, la vocación y el papel de las mujeres en todos los ámbitos de la vida de la Iglesia». El documento constata que no se parte de cero: actualmente son numerosos los ámbitos de la vida eclesial abiertos a la participación de las mujeres, pero que no siempre se aplican. Por lo que se pide que la segunda sesión promueva el conocimiento de estas posibilidades y fomente su posterior desarrollo en el ámbito parroquial, diocesano y de las demás realidades eclesiales, incluidos los puestos de responsabilidad. Para expresar mejor los carismas que el Espíritu derrama sobre las mujeres en respuesta a las necesidades pastorales de nuestro tiempo, «habrá que explorar nuevas formas ministeriales y pastorales» para que tal protagonismo y la indispensable perspectiva femenina lleguen a ser una auténtica “praxis” eclesial en los procesos de toma de decisiones (n. 15).
La propuesta concreta del documento es que en la segunda sesión se discuta acerca: a) la promoción de espacios de diálogo en la Iglesia para que las mujeres puedan compartir experiencias, carismas, competencias, intuiciones espirituales, teológicas y pastorales para el bien de toda la Iglesia; b) una participación más amplia de las mujeres en los procesos de discernimiento eclesial y en todas las etapas de los procesos de toma de decisiones (elaboración y toma de decisiones); c) un mayor acceso a cargos de responsabilidad en las diócesis y en las instituciones eclesiásticas de conformidad con las disposiciones ya existentes; d) un mayor reconocimiento y un firme apoyo a la vida y a los carismas de las mujeres consagradas y a su empleo en puestos de responsabilidad; e) el acceso de las mujeres a cargos de responsabilidad en seminarios, institutos y facultades de teología; f) un incremento en el número de mujeres que desempeñan el papel de juez en los procesos canónicos (n. 16). Las sugerencias también se refieren a las consagradas, para las cuales se espera “un mayor reconocimiento y un decidido apoyo” a su vida y a sus carismas, junto con “su empleo en posiciones de responsabilidad”. Serán fundamentales, por tanto, la formación y el “discernimiento comunitario” que permite a las Iglesias tomar decisiones oportunas articulando la responsabilidad y la participación de todos.
Un tema delicado y discutido ha sido el del diaconado femenino (.17). Habiendo reconocido que el ámbito principal en el que están llamados a manifestarse los carismas, de los que es portador cada bautizado, también las mujeres, no es la organización de las actividades o de las estructuras eclesiales (n.28), en cuanto a la admisión de las mujeres al ministerio diaconal, el IL informa que, “no será objeto de los trabajos” del próximo octubre y, por lo tanto, es mejor que “prosiga la reflexión teológica”. De todos modos, la reflexión sobre el rol de las mujeres “evidencia el deseo de un fortalecimiento de todos los ministerios ejercidos por los laicos”, para los cuales se solicita que, “adecuadamente formados, puedan contribuir a la predicación de la Palabra de Dios también durante la celebración de la Eucaristía” (n. 18). Se abre un gran campo de estudio y de praxis, «seguir reflexionando sobre cómo confiar estos ministerios a los laicos de forma más estable, incluso fuera del ámbito litúrgico».
La necesidad de formación, objeto de nuestra 6ª Resolución, fue uno de los temas que surgieron con mayor fuerza y universalidad a lo largo del proceso sinodal. Precisamente esta es una de las cuestiones que aborda en la «Parte I» del documento (n. 51-57). En este aspecto, el documento señala algunas orientaciones y características fundamentales de la formación integral en la perspectiva de la sinodalidad, que han de concretarse teniendo en cuenta los contextos, las culturas y las tradiciones de los diferentes lugares. Notamos como las aspectos y finalidades formativas presentes en nuestra Resolución, se articulan perfectamente con lo que propone el documento: una formación desde la conversión “espiritual, intelectual y pastoral”, la escucha, el discernimiento, el diálogo y la acción, para que las mujeres asuman el protagonismo que les corresponde en la construcción de la Iglesia, a fin de que varones y mujeres, sacerdotes, consagrados y laicos, “caminen” juntos para hacer posible la sinodalidad y su participación en diferentes órganos de toma de decisión en la Iglesia, para que asuman liderazgos y responsabilidades. En este sentido, el documento hace referencia a las mujeres cuando propone que se discuta en la segunda sesión sinodal una atención especial a la promoción de la participación de las mujeres en los programas de formación junto a seminaristas, sacerdotes, religiosos y laicos, como su acceso a los roles de docente y formador en las facultades e institutos teológicos y en los seminarios. También se sugiere ofrecer a los obispos, presbíteros y laicos una formación sobre las tareas que las mujeres ya pueden desempeñar en la Iglesia y promover una evaluación del uso real que se hace de estas oportunidades en todos los ámbitos de la vida eclesial: parroquias, diócesis, asociaciones de laicos, movimientos eclesiales, nuevas comunidades, vida consagrada, instituciones eclesiásticas hasta la Curia Romana (n. 57).
Conclusión
El "Instrumentum Laboris" del Sínodo de los Obispos 2024, presenta una visión transformadora y necesaria sobre el rol de la mujer en la Iglesia, destacando su crucial participación en la misión sinodal. A través de este documento, con el cual está en perfecta sintonía la misión de la UMOFC, se enfatiza no solo la importancia de la presencia femenina, sino también la necesidad de reconocer y valorar sus contribuciones en todos los ámbitos eclesiales. El documento subraya la sinodalidad como un camino de conversión y reforma, proponiendo un cambio de mentalidad que promueva una mayor interdependencia y reciprocidad entre hombres y mujeres. La inclusión de las mujeres en los procesos de toma de decisiones, en cargos de responsabilidad y en el ámbito de la formación teológica es vista como esencial para una Iglesia verdaderamente sinodal y misionera.
Las propuestas concretas del "Instrumentum Laboris" para la segunda sesión del Sínodo incluyen el fortalecimiento de los espacios de diálogo, la ampliación de la participación de las mujeres en el discernimiento eclesial y el acceso a roles de liderazgo en las diócesis y en las instituciones eclesiásticas. Estas medidas no solo buscan hacer justicia a las mujeres en la Iglesia, sino también enriquecer la vida eclesial con sus carismas y competencias únicas. A futuro, es imperativo continuar impulsando estas reformas y asegurar que las mujeres tengan un papel activo y reconocido en la Iglesia. La sinodalidad no es solo un ideal, sino una práctica que debe reflejarse en todas las dimensiones de la vida eclesial. Al hacerlo, la Iglesia no solo responde a los desafíos contemporáneos, sino que también se alinea más estrechamente con los valores del Evangelio, promoviendo una comunidad de fe más inclusiva y equitativa.
Este documento representa un paso significativo hacia una Iglesia más evangélica y corresponsable, donde la voz y la participación de las mujeres no solo son valoradas, sino esenciales para su misión evangelizadora y para el desarrollo humano integral.
Julio 2024
P. Marcelo Gidi S.J.
Asistente Eclesiástico