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Está aquí: Inicio Mensajes Mensajes de la Presidente General MENSAJE DE LA PRESIDENTE PARA EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER - 8 marzo 2021
MENSAJE DE LA PRESIDENTE DE LA UMOFC
Ahora más que nunca, en la situación provocada por el Coronavirus, las mujeres nos sentimos corresponsables, junto a los varones, de pensar y reflexionar sobre Fratelli tutti para sensibilizar y educar en dirección a la aplicación del tesoro que significa para la humanidad, la encíclica. De ese modo pasaremos de la incertidumbre en que vivimos a la certeza del objetivo a lograr: fraternidad-sororidad y amistad social, de la indiferencia al compromiso, del individualismo consumista a la generosa solidaridad, del aislamiento al tejido social, de las declaraciones a los hechos.
Con Fratelli tutti podemos abrir un capítulo nuevo en la historia de la humanidad que exige y promueve un estilo de vida diferente al que muchos de nosotros estamos acostumbrados, cuyo núcleo es la cultura del encuentro. Por un momento imaginemos ese mundo; imaginemos que mediante un dron que navega en nuestra atmósfera vemos una zona del planeta. La “imagen” sería la de cantidad de redes de encuentros en los que cada persona es reconocida con su propio rostro y ella se liga responsablemente a otras para cooperar con la paz y la justicia.
Una sociedad donde nadie quede aislado ni sea considerado inservible o prescindible, donde las diferencias convivan y se complementen, donde reconozcamos que siempre podemos aprender algo de los otros, es fundamental para todos pero particularmente para nosotras las mujeres. ¿Por qué? Porque nuestra igual dignidad respecto a los varones es proclamada pero desmentida tantas veces en los hechos de exclusión, discriminación y violencia. Como denuncia la encíclica, los derechos de las mujeres no son igualmente respetados. Ha llegado el momento de configurar juntos, hombres y mujeres, una humanidad en base a lazos de amistad y fraternidad.
¿Por qué las mujeres nos sentimos particularmente corresponsables ante el desafío que nos propone Fratelli tutti?
Porque las mujeres queremos y sabemos cuidar de una sociedad enferma. Durante siglos lo venimos haciendo con la familia, cuidando de hijos, padres, madres y miembros más frágiles de la familia… Diría que somos bastante expertas en la cultura del cuidado, no sólo de los más necesitados, sino también de nuestros hogares. El “hogar”, la “casa” es modelada y a la vez modela a la mujer. De hecho, el primer techo que cada uno de nosotros ha tenido en esta Tierra, sin lugar a dudas, ha sido el cuerpo de una mujer. Esa fue nuestra primera “casa”. ¡Cómo no nos vamos a ocupar ahora de nuestra “Casa Común”, nuestro planeta, para “constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común”, ¡como dice el Papa (FT 17)!
¿Y con qué contamos las mujeres para contribuir a un mundo de hermanos y hermanas?
Con nuestra identidad femenina que, por un lado, nos facilita la revolución de la ternura, de la cercanía para incorporar a la propia comunidad de pertenencia a los descartados. Y, por otro lado, nuestra afectividad agudiza nuestra inteligencia para pensar y encontrar nuevas vías de solución. El amor es siempre creativo, poderoso en reflexión e intuición. El protagonismo de las mujeres no sólo es vital para el replanteamiento de las relaciones cercanas sino también para las “macro-relaciones”, como las relaciones sociales, económicas y políticas. (Cfr. FT 181)
Me permito subrayar la particular idoneidad femenina para generar bienes relacionales imprescindibles para la amistad social. Los bienes relacionales son relaciones, por tanto, intangibles, en las que se trata de dar para que el otro también pueda dar. Se caracterizan por ser replicables, es decir que generan una reacción acorde, aunque no idéntica a lo recibido, incluso en momentos distantes en el tiempo y en otros sujetos. Son bienes que no se consumen cuando se usufructúan, sino que se incrementan. Son relaciones que potencian a quienes se relacionan, en su integridad como seres humanos. Y las mujeres por naturaleza somos generadoras de vida y de estas relaciones signadas por valores sociales como la confianza, la fidelidad y la cooperación. Estamos hechas para fomentar la comunión, para ser artesanas de procesos de sanación y de reencuentro que contribuyan con el nuevo rostro de la humanidad.
¿Qué pasos dar para lograr este nuevo rostro de la humanidad?
Hagamos un examen de conciencia sobre nuestra capacidad de diálogo. ¿Nos acercamos a quienes consideramos diferentes? ¿Los miramos? ¿Escuchamos? ¿Tratamos de comprenderlos? ¿Buscamos puntos de contacto? Porque de lo contrario no podremos conjugar honestamente el verbo: dialogar. Y el diálogo es el trampolín inicial de estos procesos. Empecemos desde abajo hacia arriba, desde el nivel local al global, desde cada una de nuestras organizaciones.
Para celebrar nuestro Día Internacional, las invito a recordar las palabras de Jesús: “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4,20) y a intensificar los proyectos concretos que conduzcan a nuestras familias a educar en la transmisión del amor y de la fraternidad, de la convivencia y del compartir, de la atención y del cuidado del otro. Estas “buenas prácticas” sustentarán nuestras propuestas al nivel de las agencias internacionales en las que habitualmente actuamos.
Para llevar adelante este compromiso contamos con la ayuda de Dios, con la oración y con nuestro trabajo en red. ¡Gracias a todas de antemano y gracias al Papa Francisco por Fratelli tutti!