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Queridas amigas:
“He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes”, así empieza el relato de la Ultima Cena y de allí el título del reciente documento pontificio: Desiderio desideravi, que ha elegido el Papa Francisco para hacernos un nuevo regalo. Se trata de una especie de meditación sobre la Liturgia, para que recuperemos “el asombro” ante el misterio y nos dejemos penetrar por Quien une en sí la Verdad y la Belleza. “La belleza, como la verdad, siempre genera asombro y, cuando se refiere al misterio de Dios, conduce a la adoración” (Dd 25).
Todo don debe tener alguien dispuesto a recibirlo y aquí estamos nosotras, mujeres de la UMOFC, mujeres de la Iglesia, tal como los Apóstoles, infinitamente minúsculas ante la Eucaristía que se nos entrega en cada actualización de la Última Cena. Pero, ¡atención!, invitados a ese Banquete están todos los hombres y las mujeres contemporáneos nuestros. “No debemos tener ni un momento de descanso, sabiendo que no todos han recibido aún la invitación a la Cena, o que otros la han olvidado o perdido en los tortuosos caminos de la vida…” (Dd 5).
Queridas amigas: ¡no nos dejemos robar el ardor misionero! Si experimentamos en nosotras mismas cuánto nos ama Jesús y cómo con la potencia de su infinita ternura “cada vez que vamos a Misa, el motivo principal es porque nos atrae el deseo que Él tiene de nosotros” (Dd 6), podremos ser canales conducentes para tantos otros. Dejémonos penetrar por las palabras y gestos concretos de la Liturgia, que son las palabras y gestos de Jesús para nosotras hoy.
Sin encuentro vivo con Jesús, la fe cristiana está muerta. “La Liturgia nos garantiza la posibilidad de tal encuentro…poder escuchar su voz, comer su Cuerpo y beber su Sangre: le necesitamos a Él” (Dd 11). Además, el Papa nos explica que la Liturgia es el antídoto para esos dos venenos que destrozan la vida de la Iglesia: el agnosticismo, por el que quedamos encerrados en nuestra propia razón o sentimiento, en un subjetivismo autorreferencial y el neopelagianismo, narcisista y autoritario que en vez de evangelizar analiza y clasifica a los demás, gastando sus energías en controlar (Dd 17-20).
El Santo Padre nos propone dos preguntas y da una respuesta: “¿cómo podemos crecer en la capacidad de vivir plenamente la acción litúrgica? ¿Cómo podemos seguir asombrándonos de lo que ocurre ante nuestros ojos en la celebración? Necesitamos una formación litúrgica seria y vital.” (Dd 31) Y distingue dos aspectos: la formación para la Liturgia y la formación desde la Liturgia. ¡Qué preciosa invitación a ser mujeres formadas en este ministerio litúrgico para evangelizar desde la Liturgia!
Años muy felices de mi vida fueron los que pasé trabajando pastoralmente en un pequeño pueblo de zona rural en mi país, Argentina. El sacerdote que, no viviendo allí, atendía a la vez 3 parroquias con una distancia entre ellas de unos 150 kilómetros, me pidió que hiciera formación litúrgica para los fieles antes de cada Eucaristía dominical. Fue para mí una escuela y una tarea maravillosa, en particular por las ceremonias de la Semana Santa que preparábamos entre todos con profunda devoción. Experimenté la fuerza sacramental de la Liturgia de un pueblo que camina en esta tierra hacia la Casa del Padre.
Necesitamos comprometernos en “acompañar la formación permanente de cada uno, con la humildad de los pequeños, actitud que abre al asombro” (Dd 38). Y el Papa nos advierte que no caigamos en el error de pensar que esto compete sólo a los ministros ordenados, pues es empeño de todos los bautizados. Las invito a meditar este documento para alcanzar nuestra cuarta resolución de la Asamblea General de Dakar (2018): eduquemos para responder al llamado a la santidad.
Busquemos que arda en nosotras el fuego del amor de Jesús, custodiadas en las entrañas de María, Madre capaz de interpretar todos los gestos y palabras de nuestro Salvador. Ella, que fue la humilde Maestra de los Apóstoles nos enseñe a “redescubrir el sentido del año litúrgico y del día del Señor” (Dd 63). Y que, respecto de la Liturgia, nos una en la oración y la unidad como en Pentecostés, abandonando todas “las polémicas para escuchar juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia…” (Dd 65).
Las saludo con mucho afecto,
María Lia Zervino, Servidora
Presidente General de la UMOFC