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Agradecimiento al Papa Francisco en su 10° aniversario de pontificado.
Queridas amigas:
Quisiera agradecer, en nombre de las mujeres de la UMOFC, al Papa Francisco, quien, desde el 13 de marzo de 2013, siguiendo a sus antecesores, nos conduce a una profundización de la aplicación del Concilio Vaticano II. Para ello las invito a hacer memoria de hechos, palabras y gestos, suyos, desde el inicio de su pontificado hasta el día de hoy. Así podremos tratar de captar al menos algo de su magisterio.
Se inclinó para recibir la bendición del Pueblo de Dios, en su primera aparición como Papa. Un gesto de profunda humildad que marcó a fuego nuestra toma de conciencia de la responsabilidad laical que nace del Bautismo y de la Confirmación. Ya no habría lugar en su pontificado para el clericalismo. La vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de las distintas realidades terrenas para que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio, explicó en Evangelii Gaudium 201.
Una imagen histórica: por primera vez, un Papa inauguró un Jubileo fuera del Vaticano. Ocurrió en Bangui, capital de la República Centroafricana, un país sufriente por guerras y pobreza. Nos animó, una y otra vez, a que el rostro de la Iglesia sea el de la misericordia. El Jubileo de la Misericordia, nos dijo, «no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad profunda del Evangelio. Todo se revela en la misericordia; todo se resuelve en el amor misericordioso del Padre» (Misericordia et misera 1).
En el primer jueves santo de su pontificado lavó los pies a jóvenes presos, incluyendo a dos muchachas, una de ellas musulmana. Este hecho y tantos otros hacen que lo sintamos muy cerca. Por un lado, en Fratelli tutti 23, denunció que aún se «está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones». Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que «doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos» (EG 212). Por otro, subrayó las fortalezas del rol materno dentro de la familia (Amoris laetitia 173) y describió como sueño eclesial «que las mujeres tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina» (Querida Amazonia 103).
Su primera salida del Vaticano fue a Lampedusa. Una clave en las enseñanzas del Papa consiste en salir a las periferias, como lugar del encuentro con Jesús. «Es una cuestión hermenéutica: la realidad sólo se comprende si la miramos desde la periferia, y no si nuestra mirada se sitúa en un centro equidistante de todo. Para comprender verdaderamente la realidad, debemos alejarnos de la ubicación central de calma y tranquilidad y dirigirnos hacia el área periférica».(A lo Superiores Generales, 29 noviembre 2013). Francisco está convencido que es el único modo de cambiar la historia.
Recordemos la sonrisa en su expresión cuando empezó a relacionarse con las personas como Obispo de Roma. La “alegría” es central en su pensamiento: Evangelii Gaudium, Amoris laetitia, Gaudete et exsultate. «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (…) Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. (Evangelii Gaudium, 1)». Y la Iglesia necesita no dejarse robar la alegría de la misión.
Con la elección de su nombre, Francisco, evidenció su pontificado. Firmó Fratelli tutti, sobre la tumba de San Francisco, indicándonos que el diálogo es la vía señera de la fraternidad universal. Tomó palabras del Santo de Asís para darnos el inmenso don de Laudato si, enseñando a la Iglesia y al mundo que el grito de los más pobres y el grito del planeta constituyen una misma crisis, a la que estamos todos llamados a responder para cuidar de nuestra Casa Común.
«El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera para la Iglesia en este nuevo milenio» fue su célebre expresión en el 50 aniversario de la constitución del Sínodo de los Obispos, en 2015. Desde entonces nos introdujo al actual proceso sinodal. Esperamos, con la gracia del Espíritu Santo, realizar el sueño del Papa de una Iglesia a la escucha, una Iglesia pobre para los pobres, que no es otra que la Iglesia de la comunión, participación y misión.
Como mujeres de Iglesia ¡demos gracias a Dios por la obra del Espíritu Santo en “nuestro Pedro”!
María Lía Zervino, Servidora
Presidente General de la UMOFC