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Hemos celebrado Pentecostés hace unas semanas.
El poder del Espíritu Santo impulsó, fortaleció a los apóstoles para que recorrieran todo el mundo llevando Buena Nueva. Las mujeres de la UMOFC se comprometen a ser portadoras de "aguas viva" donde la gente tiene sed, donde no son respetadas, donde la vida no se preserva, donde se pisotea la dignidad humana, donde la gente sufre por el hambre, los conflictos, las persecuciones, guerras.
Nuestra decisión de continuar en este camino está inspirada por el Espíritu Santo y también es el resultado del Amor que experimentamos en la Iglesia y “nos hace salir de nosotros mismos, la envidia nos lleva a centrarnos en el propio yo. El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Entonces, procura descubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los demás encuentren el suyo. En definitiva, se trata de cumplir aquello que pedían los dos últimos mandamientos de la Ley de Dios: «No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él» (Ex 20,17). El amor nos lleva a una sentida valoración de cada ser humano, reconociendo su derecho a la felicidad. Amo a esa persona, la miro con la mirada de Dios Padre, que nos regala todo «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17), y entonces acepto en mi interior que pueda disfrutar de un buen momento. Esta misma raíz del amor, en todo caso, es lo que me lleva a rechazar la injusticia de que algunos tengan demasiado y otros no tengan nada, o lo que me mueve a buscar que también los descartables de la sociedad puedan vivir un poco de alegría. Pero eso no es envidia, sino deseos de equidad.” (AL 95-96)
Lamentablemente, el individualismo y el egoísmo prevalecen especialmente en los países ricos así como una globalización de indiferencia y “la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes». (EG 53)
A pesar de esto, queremos ofrecer nuestro testimonio, trayendo el "agua viva" para que la justicia y la paz puedan vencer en todas las realidades, empezando por las familias que están llamadas a enfrentar muchos desafíos en diferentes campos. El testimonio elegido para este mes es una mujer estadounidense que trabajó duro para el reino de nuestro Señor y no se detuvo cuando encontraba dificultades.
Oración - Salmo 84
¡Qué amables son tus moradas, Señor Sebaot! Mi ser languidece anhelando los atrios del Señor; mi mente y mi cuerpo se alegran por el Dios vivo. Hasta el gorrión ha encontrado una casa, para sí la golondrina un nido donde poner a sus crías: ¡Tus altares, Señor Sebaot, rey mío y Dios mío! Dichosos los que moran en tu casa y pueden alabarte siempre; dichoso el que saca de ti fuerzas cuando piensa en las subidas. Al pasar por el valle del Bálsamo, lo van transformando en hontanar y las lluvias lo cubren de albercas. Caminan de altura en altura, y Dios se les muestra en Sión. ¡Señor, Dios Sebaot, escucha mi plegaria. hazme caso, oh Dios de Jacob! Oh Dios, nuestro escudo, mira, fíjate en el rostro de tu ungido. Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, pisar el umbral de la Casa de mi Dios que habitar en la tienda del malvado. Porque el Señor es almena y escudo, él otorga gracia y gloria; El Señor no niega la felicidad al que camina con rectitud. ¡Oh Señor Sebaot, dichoso quien confía en ti!
Testimonio - Hermana Mary Luke Tobin
Un miembro de las Hermanas de Loreto, la Hermana Mary Luke es un catalizador para la renovación de las comunidades religiosas, una trabajadora por la paz y la justicia en todo el mundo, una promotora de la igualdad para las mujeres, una educadora de mujeres y hombres de todas las religiones y una defensora de su empoderamiento. Ella fue una de las 15 mujeres en todo el mundo invitadas al Concilio Vaticano II en Roma. Ella viajó y encontró a varias personas en Irlanda del Norte, El Salvador, California, Colorado y Washington, DC, para abordar varios problemas y luchas. Tobin visitó Saigón en 1970 para promover la paz en Vietnam. También participó en audiencias internacionales sobre el desarme en Amsterdam. En 1993 se unió a una delegación que estudiaba el aumento del neonazismo en Alemania. Tobin ha registrado sus experiencias en el libro "La esperanza es una puerta abierta" y en numerosos artículos periodísticos.
Otras lecturas
Amoris Laetitia 95- 96
Evangelii Gaudium 180 – 183
Doctrina Social de la Iglesia 66-68