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Pierre Puvis de Chavannes (Lyon 1824 – París 1898), Santa Genoveva repartiendo víveres en París, 1893-98, óleo sobre lienzo, París, Panteón
La vida de la virgen parisina Geneviève (en español Genoveva) está narrada en la "Vita Genovefae", escrita unos veinte años después de su muerte. Nació en Nanterre, cerca de París, hacia 422. A la edad de 15 años, Genoveva se consagró a Dios, formando parte de un grupo de vírgenes devotas de Dios que, a pesar de llevar un hábito que las distinguía de las otras mujeres, no vivían en un convento, sino en sus casas, dedicándose a obras de caridad y penitencias.
En el año 451, París estaba amenazada por los hunos de Atila y los parisinos huían. Genoveva los convenció a quedarse en la ciudad, confiando en la protección del cielo. Sin embargo, no todos estaban de acuerdo con Genoveva, hasta el punto de que la virgen corrió el riesgo de ser linchada. Después de la amenaza de los hunos, Genoveva se enfrentó a la plaga del hambre. A bordo de un barco, a lo largo del Sena, obtuvo trigo de los agricultores, que luego distribuyó generosamente. Habiendo hecho amistad con los reyes Childerico y Clodoveo, usó su posición para obtener el perdón para numerosos prisioneros políticos. Muere alrededor de 502. Sobre su tumba se erigió un modesto oratorio de madera, que fue el primer núcleo de una famosa abadía, transformada en basílica por el rey Luis XV. Tras la Revolución Francesa, la iglesia se transformó en un mausoleo para las personalidades importantes de la nación. Después de varios intentos para que volviera a ser una iglesia, en 1885 –como consecuencia del entierro de Víctor Hugo- se decidió suprimir definitivamente la iglesia de Santa Genoveva, y el Panteón se dedicó para siempre a un uso secular.
En el Panteón, precisamente porque Genoveva había sido proclamada patrona de París, a finales del siglo XIX se ejecutan numerosas pinturas que hablan de su vida. La que elegimos presenta a la santa bajando del barco con el que fue a buscar comida para alimentar al pueblo de París. Genoveva está en el centro de la pintura; la importancia de su figura se acentúa aún más por el blanco de su vestido, que destaca entre todos los colores circundantes, y por el hecho de que todos los demás personajes están vueltos hacia ella.
Infunde en nosotros, oh Padre, el espíritu de inteligencia y amor
que derramaste sobre Santa Genoveva, tu servidora,
para que podamos servirte y parecernos a ella,
y obtener por su intercesión celestial de complacerte en la tierra
por nuestra fe y por toda nuestra vida.
Por Jesucristo, tu único Hijo, nuestro Señor y nuestro Dios,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo.
Por los siglos de los siglos. ¡Amén!