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Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla 1618 –1683), Santa Rosa de Lima, alrededor de 1670, 145 cm x 95 cm, óleo sobre lienzo, Madrid, Museo Lázaro Galdiano
23 de agosto, Memoria de Santa Rosa de Lima.
La Santa, con su hábito dominicano, está de rodillas y contempla al Niño Jesús, que está sentado en una almohada sobre el cesto de la ropa y levanta su mano izquierda hacia la Santa como haciéndole una caricia, mientras que con su mano derecha parece estar dándole (¿o más bien quitándole?) rosas. De la boca del niño sale una inscripción en latín que significa: "Rosa, tú serás la esposa de mi corazón". En el suelo, junto a la cesta, hay un libro y otras rosas. En el fondo, a la derecha, hay un edificio, sin duda el convento, medio ocultado por un arbusto de rosas.
Nacida en Lima, capital del entonces rico Perú, el 20 de abril de 1586, la décima de trece hijos, creció en una noble familia de origen español. Fue bautizada con el nombre de Isabel, pero pronto se conoció con el nombre que le dio, por primera vez, su enfermera de origen indio, Mariana, quien, impresionada por la belleza de la niña, según la costumbre india, le dio el nombre de una flor. "Eres hermosa", le dijo, "eres Rosa".
Tuvo una infancia feliz y económicamente próspera. Sin embargo, pronto, su familia sufrió un colapso financiero. Rosa ayudó a la familia en todo tipo de actividades, desde las tareas domésticas hasta el cultivo del jardín y el bordado, para ganarse la vida.
Desde muy joven aspiró a consagrarse a Dios en la vida de clausura. Luego leyó algo de Santa Catalina de Siena e inmediatamente la convirtió en su modelo de vida, aprendiendo de ella el amor a Cristo, a su Iglesia y a sus hermanos y hermanas indios. Como la santa sienesa, llevaba el hábito de la Tercera Orden Dominicana. Tenía veinte años. Organizó una especie de refugio para los necesitados en la casa de su madre, donde cuidaba a los niños y a los ancianos abandonados, especialmente a los de origen indio.
Desde 1609 se dedicó intensamente a la oración y a una vida de penitencia. En 1614, obligada con la fuerza por su familia, se trasladó a la casa de la noble María de Ezategui, donde murió, desgarrada por las penurias, tres años más tarde, el 24 de agosto de 1617.
Su fama de santidad, ya de por sí grande en la vida, se extendió inmediatamente. En 1668, fue beatificada. Dos años más tarde fue proclamada inusualmente patrona de las Américas, Filipinas y las Indias Occidentales. Finalmente, fue canonizada el 12 de abril de 1671 por el Papa Clemente X.
Su cuerpo es venerado en Lima, en la basílica dominicana del Santo Rosario.
El hermoso cuadro del pintor español - uno de las más famosos de su época por sus retratos de santos y santas - es prácticamente contemporáneo a la canonización de Santa Rosa y da testimonio de la gran difusión que tuvo su culto. No sabemos quién encargó el lienzo, pero, tanto si estaba destinado a la devoción privada o pública en una iglesia, por la gran calidad de la pintura como por la evidente intención devocional del tema, debemos pensar que Santa Rosa fue muy pronto invocada, rezada y vista como un ejemplo ya en varios lugares, especialmente en España.