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Tiziano Vecelio (Pieve di Cadore c. 1488 - Venecia 1576), Cristo y la adúltera, c. 1512/15, óleo sobre lienzo, 82,5 x 136,5 cm, Viena, Kunsthistorisches Museum
Mes de octubre.
Mujeres del Nuevo Testamento: La adúltera.
Por su parte, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». (Juan 8, 1-11)
La representación que hace Tiziano de la narración del Evangelio es realmente singular. En primer lugar, observamos que no hay ningún decorado. Sin embargo, el Evangelio nos dice que la escena tiene lugar en el templo de Jerusalén y, por tanto, el pintor de Cadore podría haber expresado su creatividad representando por ejemplo arquitecturas. En cambio, hay siete figuras de medio cuerpo. Reconocemos inmediatamente a dos de ellas: Jesús, en el extremo izquierdo del cuadro, y la mujer acusada de adulterio, que se encuentra a la derecha del lienzo.
Si volvemos a leer el relato del evangelio de Juan, nos damos cuenta de que el momento representado en el cuadro de Tiziano es aquel en el que Jesús se levanta y dice a los que querían apedrear a la mujer que empezase a tirar la prima piedra quién de entre ellos estuviese libre de pecado.
Lo que más me llama la atención al contemplar el cuadro es cómo Tiziano otorga definitiva y deliberadamente centralidad y protagonismo a sólo dos personajes: Jesús y la mujer.
En cierto modo, la centralidad de Jesús se da por sentada: en todos los episodios evangélicos es el centro, el inspirador, el protagonista. Y así sucede también en este relato. Se dirigen a él los escribas y fariseos, pero ya estaba en medio de una multitud que le escuchaba y era instruida por él. Tiziano presenta esta centralidad desplazando la persona de Jesús al extremo izquierdo, de modo que todos los demás personajes que se agolpan en el lienzo hacia Él convergen.
Pero hay un detalle que une la figura de Jesús con la de la mujer a la que debía juzgar y condenar, actuando según la ley. Se trata de la luz, elemento muy querido por Tiziano, que en este caso desciende de lo alto (referencia evidente a la divinidad) e ilumina a Jesús y sobre todo a la mujer.
Un segundo elemento que confiere protagonismo a la única figura femenina del cuadro es la mirada, o más bien, para ser más precisos, sería mejor decir la ausencia de mirada. De hecho, la mujer es el único personaje cuya mirada no captamos, porque sus ojos están vueltos hacia abajo. Y esta característica es aún más sorprendente si comparamos su mirada con la de los escribas y fariseos dispuestos a apedrearla. No sabemos qué significan esos ojos que miran hacia abajo: ¿arrepentimiento? ¿Resignación? ¿humildad? ¿Está reflexionando sobre su destino? ¿Se replantea su vida? ...
Me gusta pensar que pronto el rostro de la mujer se alzará para encontrarse con la mirada benévola y misericordiosa de Jesús: "Yo tampoco te condeno; vete, y desde ahora no peques más". Y entonces podremos ver también su mirada, llena de alegría y gratitud por su nueva vida.
(Contribución de Vito Pongolini)