​+39 0669887260 | info@wucwo.org | Contacto

Facebook X Twitter Instagram Youtube 

Arte y meditación - junio 2024

Prudenza

Piero del Pollaiolo (Florencia 1441 - Roma 1496), La Prudencia, 1469-72, témpera grassa sobre tabla, 168 x 90,5 cm, Florencia, Museo de los Uffizi

Las Virtudes: La Prudencia.

El Papa Francisco dedicó su audiencia del miércoles 20 de marzo a la primera de las virtudes «cardinales», la Prudencia. Y recordó que « Es la capacidad de gobernar las acciones para dirigirlas hacia el bien; por eso recibe el sobrenombre de “conductor de las virtudes”. Prudente es quien sabe elegir: mientras permanece en los libros, la vida es siempre fácil, pero en medio de los vientos y las olas de lo cotidiano, la cosa cambia: a menudo nos sentimos inseguros y no sabemos hacia dónde ir. Quien es prudente no elige al azar: ante todo, sabe lo que quiere; luego, pondera las situaciones, se deja aconsejar y, con amplitud de miras y libertad interior, elige qué camino tomar".

Piero del Pollaiolo, en el ciclo dedicado a las virtudes que ahora nos resulta ya familiar, también pintó esta virtud «cardinal» con cuidado y atención, y encontramos algunos rasgos ya señalados en los cuadros examinados en los últimos meses: el trono en el que también se sienta la Prudencia, una alfombra que adorna el suelo, una predela de mármol que tiende a elevar la figura de la joven.

La virtud de la Prudencia es también una mujer joven que sostiene en sus manos dos cosas que de alguna manera la representan. En su mano derecha, observamos un espejo que nos refleja la imagen de la propia mujer. Es, pues, ante todo, un símbolo del conocimiento de sí misma, que es la condición primera e indispensable también para hacer el bien.

Pero el espejo, al mirarlo, también permite ver a nuestras espaldas y es, por tanto, un símbolo de la cautela y la circunspección, que nos permiten evitar las insidias del mal. En su mano izquierda, en cambio, la Prudencia sostiene una serpiente y, naturalmente, nuestra mente corre inmediatamente al pasaje del Evangelio en el que Jesús invita a sus discípulos a ser «prudentes como serpientes» (Mt 10,16). Si observamos atentamente el rostro de la mujer, nos daremos cuenta de que los ojos de Prudencia son ligeramente estrábicos, porque el pintor quiere decirnos que debe mirar en varias direcciones, con cuidado y previsión.

También en el caso de Prudencia nos llama la atención la elegancia y la riqueza del vestido, con sus mangas de tela adamascada, el cinturón alto en la cintura que crea un juego de pliegues con la ligereza de la tela, mientras que el manto, que vemos en su color gris liso (pero cuyo interior ricamente decorado vislumbramos en la solapa del hombro izquierdo), con sus pliegues claramente delineados tiende a aumentar el volumen de la figura misma.

Quien atiende a la palabra prospera, dichoso quien confía en el Señor. Al hombre juicioso lo llaman prudente, palabras suaves añaden persuasión. La sensatez es fuente de vida, la necedad castiga a los necios. En mente sabia hay discursos prudentes,  sus labios tienen palabras persuasivas. (Proverbios 16, 20-23)

Una casa se edifica con sabiduría, se consolida usando inteligencia; con el saber se llenan las estancias  de objetos preciosos, deseables. Más vale sabio que fuerte, hombre experto que forzudo. Con estrategia se gana la guerra, el triunfo es fruto del consejo. (Proverbios 24, 3-6-9)

Los charlatanes hablan con insistencia, los sensatos miden sus palabras. (Eclesiastíco 21, 25)

Escucha, Israel, mandatos de vida; presta oído y aprende prudencia. ¿Cuál es la razón, Israel, de que sigas en país enemigo, envejeciendo en tierra extranjera; de que te crean un ser contaminado,  un muerto habitante del Abismo? ¡Abandonaste la fuente de la sabiduría! Si hubieras seguido el camino de Dios,  habitarías en paz para siempre. Aprende dónde está la prudencia,  dónde el valor y la inteligencia,  dónde una larga vida, la luz de los ojos y la paz. (Baruc 3, 9-14)

Pues conviene que el obispo sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, sensato, ordenado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de reyertas, sino comprensivo; que no sea agresivo ni amigo del dinero. (1 Timoteo 3,2-3)

La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14, 15). “Sed sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4, 7). La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe santo Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar. (Catecismo de la Iglesia Católica 1806)

(Contribución de Vito Pongolini)