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Arte y meditación - julio 2024

temperanza

Piero del Pollaiolo (Florencia 1441 - Roma 1496), Templanza, 1470, témpera grassa sobre tabla, 168 x 90,5 cm, Florencia, Museo de los Uffizi 

Las Virtudes: La Templanza 

También nos gustaría comenzar esta reflexión con las palabras del Papa Francisco, que dedicó su audiencia del miércoles 17 de abril a la última de las virtudes "cardinales", la Templanza. Y nos recordó que esta " es la virtud de la justa medida. En cada situación, se porta con sabiduría, porque las personas que actúan movidas por el ímpetu o la exuberancia son, en última instancia, poco fiables. Las personas sin templanza son siempre poco fiables. En un mundo en el que tanta gente se jacta de decir lo que piensa, la persona templada prefiere, en cambio, pensar lo que dice. ¿Entienden la diferencia? No digo lo que se me ocurre, así sin más; no: pienso lo que tengo que decir. Asimismo, quien practica la templanza no hace promesas vacías, sino que asume compromisos en la medida en que puede cumplirlos".

Piero del Pollaiolo, en el último panel del ciclo dedicado a las virtudes en el que nos estamos deteniendo, también ha pintado cuidadosamente la Templanza, manteniendo las características que ya hemos observado en los otros cuadros: un trono de mármol en el que se sienta la Templanza y que descansa sobre una predela que da relieve y eleva la figura de la joven, una alfombra que cubre todo el suelo y le da un aspecto muy refinado.

La templanza, entendida como capacidad de moderación y justa medida, es representada por Piero como una joven en acto de mezclar agua caliente con agua fría, vertiéndola de una jarra a una jofaina. Dos cosas nos llaman la atención en esta representación. En primer lugar, el preciosismo de la jarra y de la jofaina de metal: ambas están decoradas con piedras preciosas, con una precisión que sabemos se debe a la gran familiaridad de Piero con la orfebrería, que practicaba con gran éxito y maestría en particular su hermano Ambrogio. La segunda cosa que no podemos dejar de observar es la complejidad y el vigor con el que están realizados los pliegues tanto del vestido como del manto: bien podemos decir que dan consistencia y volumen al cuerpo de la mujer. Casi parece que nuestro pintor hubiese querido reproducir con la pintura otro arte, el de la escultura siendo precisos, casi on intención de demostrar la superioridad de la primera sobre la segunda. Durante el Renacimiento, el debate sobre la primacía de las artes estaba muy presente, y con este ciclo, Piero del Pollaiolo parece dar su respuesta a la cuestión.

Una última nota se refiere al soporte sobre el que Pollaiolo pintó los seis paneles del ciclo por él realizado (la fortaleza, recordemos, fue en cambio pintada por Botticelli). En efecto, se trata de tablas de ciprés, una madera muy resistente a los insectos que se alimentan de madera (y que por lo tanto son, potencialmente, enemigos jurados de las pinturas sobre tabla) y a la humedad. Así pues, era evidente el deseo de que el ciclo pictórico pudiera durar mucho tiempo de la mejor manera posible, lo que -dado el excelente estado de conservación en que han llegado hasta nosotros los paneles- se cumplió a la perfección.

La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar “para seguir la pasión de su corazón” (cf Si 5,2; 37, 27-31). La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: “No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena” (Si 18, 30). En el Nuevo Testamento es llamada “moderación” o “sobriedad”. Debemos “vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente” (Tt 2, 12). (Catecismo de la Iglesia Católica 1809)

Si alguien ama la justicia, las virtudes son fruto de sus afanes,  pues ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza:  para los hombres no hay nada en la vida más útil que esto. (Sabiduría 8,7)

¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio? Pues corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones[1] ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita. (1 Corintios 9, 24-25)

Sed sobrios[2]velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. 9Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que vuestra comunidad fraternal en el mundo entero está pasando por los mismos sufrimientos. (1 Pedro 5, 8-9)

En vista de ello, poned todo empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, y al cariño fraterno el amor. Pues estas cosas, si las tenéis en abundancia, no os dejan ociosos ni infecundos para el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (2 Pedro 1, 5-8)

(Contribución de Vito Pongolini)

 

1-2. El original en italiano utiliza la palabra “temperante” que se dice de quién posee la virud de la templanza y la observa. Lo mismo sucede con la 1 Carta de S. Pedro que traduce en español “Siate temperanti” por “sed sobrios”.