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Arte y Meditación - Enero 2017

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Lorenzo Lotto (Venecia, hacia 1480 – Loreto, 1556), Anunciación, 1527, óleo sobre tela, cm. 166x114, Recanati, Museo cívico 

La escena descrita por Lucas (1: 26-38) tiene como marco una pequeña sala, con algunos objetos cotidianos usados por María. En la parte derecha de la pintura irrumpe la poderosa y real (de hecho podemos ver su sombra en el suelo) figura del ángel Gabriel, que parece haber llegado a través del hermoso arco de entrada.

Arriba, en las nubes, la figura de Dios Padre, que es el que eligió a María para que fuera la Madre del Señor, su Hijo Jesús, y el que envió el ángel.

La presencia del ángel es tan real que el gato se ha asustado y está huyendo.

La aparición del ángel es tan repentina que María - que probablemente estaba rezando en el reclinatorio - se gira hacia nosotros, los espectadores, con un gesto de asombro. El diálogo entre el ángel y María aún no ha comenzado, la confusión de la joven es tan grande que casi parece pedir nuestra ayuda. Los bellos pliegues de su vestido también parecen decirnos que acaba de girarse hacia nosotros. Sus manos están abiertas para acentuar tanto el asombro por lo que está pasando, como para anticipar de alguna manera su respuesta: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu Palabra”.

Un elemento importante que llama la atención del espectador es la luz. La habitación está en penumbra, la luz viene desde el exterior, pero el rostro de María - que también debería estar en la sombra, ya que da la espalda a la fuente de luz - está iluminado por una luz que se refleja en la prenda de tonalidades rojas y rosadas, ilumina su mano izquierda y finalmente se transforma en el ligero rubor que ha aparecido en su cara.

Lorenzo Lotto prefiere las representaciones íntimas y humildes como para acercarnos a la comprensión del misterio que se lleva a cabo en un ambiente que podría ser la casa de los que observamos.

Una nota final sobre el hermoso jardín que vemos fuera de la puerta principal. Parece ser una referencia al paraíso terrenal, del que el hombre fue expulsado por haber pecado contra Dios, pero al que el hombre es llevado de nuevo gracias a la maternidad de María, que dio a luz a Jesús. Es María, según la Iglesia, la mujer de la que se habla en el libro del Génesis, cuando Dios se dirige a la serpiente tentadora: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y su simiente; ella te herirá la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (3, 15).

 

Ave María, llena de gracia,

el Señor está contigo.