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Rafael, Raffaello Sanzio (Urbino, 1483 – Roma, 1520), La Transfiguración, 1518-20, temple y óleo sobre madera, 405 cm x 278 cm, Ciudad del Vaticano, Museos Vaticanos
Esta imponente obra - quizás la última del gran pintor de la región de las Marcas - presenta por primera vez juntos dos episodios distintos del Evangelio de Mateo, que se narran en sucesión en la primera parte del capítulo 17. Se trata de la transfiguración (17, 1-8) y la curación del niño endemoniado (17, 14-18).
Además, la misma composición se presenta en dos niveles diferentes, tanto desde un punto de vista formal - uno se superpone al otro – como temático.
La parte superior, situada en el "monte alto" del que habla el Evangelio, tiene a Jesús en su centro, envuelto en la luz, que parece estar subiendo. La escena representa lo que dice la historia evangélica: "Se transfiguró delante de ellos; su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz" (17, 2). Jesús parece emanar un viento que mueve las ropas de Moisés y Elías, testigos de la transfiguración, y que parece aplastar a Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos que Jesús había traído con él, en el suelo.
Por otro lado, la parte inferior es mucho más concurrida. Están todos los demás apóstoles, pero el fulcro de la representación no está en el centro como arriba, sino que está a la derecha, donde destaca el niño poseído, con los ojos hacia arriba, y el círculo de familiares que lo han acompañado para buscar la ayuda de Jesús.
También la luz de las dos escenas es muy diferente. En la parte superior hay una luz plena, que inunda y envuelve a Jesús; en la parte inferior hay una luz tibia, que se alterna con zonas de sombra, lo que crea un interesante efecto de claroscuro.
En realidad, sabemos por la historia evangélica que la inquietud de los apóstoles y la familia del niño se debe al hecho de que el padre - cuando finalmente puede presentar a su hijo - le dice a Jesús: “Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y está mal; pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido curarle” (17, 15-16).
Rafael, por lo tanto, en la parte baja de esta gran tabla, parece mostrarnos el intento infructuoso de los discípulos, que tal vez están tan agitados porque están discutiendo sobre qué hacer mientras Jesús está en el monte.
Y justo mientras Jesús muestra su gloria a Pedro, Santiago y Juan, los que han permanecido abajo son incapaces de satisfacer las necesidades del pueblo. ¿Por qué?
“Entonces los discípulos se acercaron a Jesús, en privado, y le dijeron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle? Díceles: «Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: ‘Desplázate de aquí allá’, y se desplazará, y nada os será imposible»” (17, 19-20).
Señor, ¡aumenta nuestra fe!