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Hieronymus Bosch, El Bosco (‘s-Hertogenbosch, 1453 –1516), Adoración de los Magos, alrededor de 1495, óleo sobre tabla, 138 cm x 72 cm (tabla central), Madrid, Museo del Prado
La escena representada por el gran pintor holandés pone ante nuestros ojos tanto elementos tradicionales e innovadores como elementos muy particulares, empezando por la elección de la forma del tríptico. En los paneles laterales están representados los dos benefactores de la obra con sus santos protectores: Peter Bronckhorst con San Pedro y su esposa Agnes Bosshuysse con Santa Inés. El hermoso paisaje que sirve de fondo a los tres paneles, más allá de la belleza de la naturaleza y la riqueza del agua, muestra al observador detalles que permiten vislumbrar su interpretación simbólica: en el fondo del panel central hay dos ejércitos enfrentados, mientras que en el panel derecho vemos a dos transeúntes asaltados por dos lobos.
El primer plano de la parte central del tríptico está ocupado por la escena de ofrendas de los tres reyes de Oriente. Los tres Magos representan las diferentes edades del hombre (juventud, edad adulta y vejez) y con sus dones nos recuerdan citas del Antiguo Testamento que están relacionadas con la presencia de Jesús, hijo de Dios nacido de una mujer. Baltasar, de rodillas ante el Niño y María, presenta como regalo una escultura de oro que representa el sacrificio de Isaac (Gen 22, 1-18); detrás de él está Melchor, que trae incienso en un plato y lleva una capa sobre la que está bordada la visita de la Reina de Saba al rey Salomón (1 Re 10, 1-13); a la izquierda, con un hermoso vestido blanco que contrasta con su piel negra, vemos a Gaspar que trae la mirra en una píxide esférica que tiene un relieve que representa el episodio del agua del rey David y los tres valientes soldados (1 Cr 11, 15-19). Gaspar es sin duda él que más destaca, en particular por su hermoso vestido blanco, adornado con un bordado que parece un follaje espinoso.
En el fondo de la escena central está la cabaña que ha servido de refugio a José y María y que ahora está poblada por varios personajes. Muchos de ellos son pastores, llegados después del anuncio de los ángeles. Hay también una figura casi desnuda, realmente única, en el umbral de la choza, delante de otras figuras grotescas; lleva un manto rojo y un turbante: los críticos lo identificaron como leproso (de hecho, tiene una plaga en su pierna derecha y la campana con la que tenía que anunciar su presencia al resto de las personas) y por esta razón fue interpretado como el Anticristo o el pueblo judío. En cambio, me gusta pensar que el Bosco quiso que los pobres, los excluidos, los que habitaban en las "periferias existenciales", de las que nos habla el Papa Francisco, fueran presentes ante el Niño Jesús en el acontecimiento de la llegada de los Reyes de Oriente.
“¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente, y venimos a adorarle” (Mt 2, 2).