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MUJERES COMO CAMPANAS QUE RETIÑEN.
Queridas amigas:
¡Qué lindo es escuchar el sonido de las campanas al llegar a una ciudad! ¡Qué lindo es percibir el eco de una mujer cuando ha sido plenamente mujer en su vida!
Hace tres días murió Anita, una mujer laica, esposa, mamá, docente y misionera. La conocí hace muchos años cuando se puso de novia con quien fue su marido, un joven miembro de nuestros grupos misioneros. Toda su vida dio muestras de una gran femineidad en su entrega, llena de finura, alegría y generosidad. Tenía unos 50 años. Rodeada del cariño de los suyos, después de luchar largamente contra una enfermedad, partió para la Casa del Padre. Quienes creemos en la vida eterna estamos seguros que su “eco” continuará dando mucho fruto. Con estas palabras termina el video homenaje que le hizo la comunidad del hogar de niños “Nuestra Señora del Cielo”, en el que ella misionaba: “estamos de duelo, pero tocamos el Cielo porque hay una nueva Estrella”.
Nosotras, queridas amigas, estamos llamadas a ser como campanas que retiñen anunciando la buena nueva de la salvación de Jesús. Con nuestra intuición, peculiar sensibilidad, capacidad expresiva y unidad interior hemos de ejercer la diaconía de la verdad y de la caridad para “hacer resonar” la ternura del amor de Dios. Y si en nuestro derredor se percibe el eco de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de la Iglesia, entonces resultamos evangelizadoras, catequistas.
Hoy la Iglesia nos ofrece un nuevo alimento para nutrirnos en esa diaconía de la verdad y la caridad. Se trata del Directorio para la Catequesis (DC), publicado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, aplicando el magisterio pontificio de la Evangelii Gaudium. Está destinado no sólo a catequistas y educadores sino también a todos los miembros de asociaciones como la nuestra, por su "gran capacidad evangelizadora" que nos convierte en una "riqueza de la Iglesia", siempre que cuidemos la formación y la comunión eclesial (Cfr. DC, 305 y ss).
Este tiempo de encierro y protección mutua, al que nos somete el Covid-19, puede ser propicio para profundizar en este nuevo eslabón de nuestro proceso formativo. El texto recomienda a las organizaciones laicales “ofrecer una catequesis que apoye la adhesión vital a la persona de Cristo, la capacidad de discernimiento evangélico en las situaciones complejas, la disponibilidad al diálogo con todos, y una rectitud moral que evite la disociación entre fe y vida, entre pertenencia eclesial y compromiso con el mundo” (DC, 391).
Y nos da importantes criterios como el referido al gender, orientación que “pone en discusión la revelación: «hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). Según tal posición, la identidad de género, ya no sería un dato original que la persona debe acoger y llenar de sentido, sino una construcción social que se decide autónomamente, desvinculada completamente del sexo biológico. (…) La Iglesia (…) no juzga a las personas, sino que invita a acompañarlas siempre, sea cual fuere su situación. Es consciente, sin embargo, desde una perspectiva de fe, que la sexualidad no es sólo un dato físico, sino una realidad personal, un valor confiado a la responsabilidad de la persona. De este modo, la identidad sexual y la vivencia existencial deberán ser una respuesta al llamado original de Dios” (DC, 377).
Permítanme, por favor, recomendarles el Directorio, para hacer aún más fecunda la tarea evangelizadora personal y comunitaria que, por la gracia de Dios, ya están realizando. Les ofrezco algunas claves de lectura y reflexión.
Tres conceptos básicos recorren los capítulos: el testimonio para hacer crecer a la Iglesia no por proselitismo sino por atracción, la misericordia para que sea creíble la proclamación del Mensaje y el diálogo para respetar la libertad a instancias del amor, sin excluir a nadie. Hemos de acompañar el discernimiento y la libertad de los demás con humildad y respeto. Hay que intentar que la catequesis sea liberada de perseguir, como único objetivo, la recepción de un sacramento. La catequesis debe, a su vez, focalizarse en la inserción en el misterio de Cristo y progresivamente en la comunidad eclesial.
La catequesis debe hacer que el anuncio de la Pascua resuene continuamente en el corazón de cada persona, para que su vida se transforme (DC, 55). Se debe prestar especial atención a los encarcelados, las personas con capacidades diferentes, los inmigrantes, los ancianos, las familias, los adultos y no restringirse a niños y jóvenes. Hay que educar a la pobreza evangélica, promoviendo la fraternidad y alentando a reaccionar ante situaciones de miseria e injusticia, para responder con una "cultura de inclusión" que gane a la "cultura de descarte", centrándose en la acogida, la confianza y la solidaridad con "un compromiso concreto y directo, con signos tangibles de atención a los pobres y marginados" (DC, 388).
Y como la “ecología integral” forma parte de la vida cristiana, la evangelización y la catequesis deben alentar una "conversión ecológica” profunda para el cuidado de la Creación y para inspirar las virtudes propias de una existencia no consumista (DC, 384). Se nos exige también una dedicación pedagógica a la cultura digital en la era de la globalización, utilizando diversos lenguajes como la narración, el arte y la música.
Estamos ante nuevos desafíos. Ojalá que las mujeres de la UMOFC, los acojamos para que “resonemos como campanas” y podamos decir en el momento más decisivo de nuestra vida en la tierra, como santa Teresita de Lisieux: “Pasaré mi Cielo haciendo el bien en la Tierra”.
Con afecto,
María Lía Zervino, Servidora
Presidente General de la UMOFC