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Programemos un año de aprendizaje sinodal.
Queridas amigas:
en la historia de la Iglesia ha habido muchos hitos. El principal del siglo pasado fue el Concilio Vaticano II. Como consecuencia del mismo, la Iglesia ha entrado en otro momento crucial: el sínodo 2021-2023, cuyo tema es “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Nunca antes en la historia de la humanidad se había hecho una consulta mayor. Es la Iglesia católica quien convoca -no solo a un grupo de obispos para hablar en nombre de su grey como en otros sínodos – a los 1400 millones de bautizados, miembros del Pueblo de Dios. Se trata de un proceso auténticamente “católico”, es decir, universal, que ha de ser conducido por el Espíritu Santo.
Creo, queridas amigas, que es lo más parecido al Vaticano II que vamos a experimentar en nuestras vidas, sólo que esta vez estamos convocadas a vivirlo desde adentro, en comunión, como participantes en el proceso de escucha y discernimiento, para abrazar luego, en una Iglesia “en salida”, una misión evangelizadora renovada y más fecunda.
No se trata de una nueva moda o de introducir algo ajeno a la cultura de Iglesia sino de recuperar lo que la Iglesia fue los primeros 1000 años. Según la Comisión Teológica Internacional: ‘Sínodo’ es una palabra antigua muy venerada por la Tradición de la Iglesia, cuyo significado se asocia con los contenidos más profundos de la Revelación […] indica el camino que recorren juntos los miembros del Pueblo de Dios. Remite por lo tanto al Señor Jesús que se presenta a sí mismo como “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), y al hecho de que los cristianos, sus seguidores, en su origen fueron llamados «los discípulos del camino» (cfr. He 9,2; 19,9.23; 22,4; 24,14.22).
El Papa Francisco desea recuperar esa rica tradición de la Iglesia porque está convencido que “la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015). El objetivo de este Proceso Sinodal, no es finalizar con un documento, ni sólo con una reunión de obispos en Roma, “es más bien ofrecer una oportunidad para que todo el Pueblo de Dios discierna conjuntamente cómo avanzar en el camino para ser una Iglesia más sinodal a largo plazo”. (Vademécum 1.3)
A la primera y, por el momento, única Asamblea Eclesial Continental – en México noviembre 2021, acudieron cardenales de otros continentes. ¿Por qué fueron cardenales ajenos a la región latinoamericana? Estos cardenales fueron para aprender, porque ellos, sus continentes, muchas de las 2000 diócesis existentes en el mundo y tal vez nuestras propias organizaciones, no tienen experiencia sinodal. También la UMOFC misma tiene que aprender a desarrollarse con estilo sinodal. (La Asamblea Latinoamericana incorporó en el documento de trabajo, en lo referido a las mujeres, los resultados obtenidos por el Observatorio Mundial de las Mujeres de la UMOFC, de reciente creación.)
¿Qué requerirá de nosotras y de nuestras organizaciones este Proceso Sinodal durante el año que comienza?
¿Qué debemos cultivar en nuestros encuentros, sean presenciales o virtuales, con miras a la sinodalidad? Tiempo para compartir, humildad para escuchar y valentía para hablar, disposición a cambiar nuestras opiniones a partir del diálogo sincero, apertura a la conversión y al cambio para evitar resistir al Espíritu Santo, dejar fuera prejuicios y el “siempre se hizo así”, superar la plaga del clericalismo, combatir el virus de la autosuficiencia, dejar de lado las ideologías y ver no sólo lo negativo sino también lo positivo, con nueva esperanza (Cfr. Vademécum 2.3).
Como responsable de la UMOFC, les pido encarecidamente que promuevan la participación intensiva de todas las mujeres católicas en el Proceso Sinodal de sus respectivas iglesias locales. Es este el paso en el camino a la santidad, que, ante Dios, veo que tenemos que dar en este 2022. ¡Feliz y santo Año!
María Lía Zervino, Servidora
Presidente General de la UMOFC
Oración para el Sínodo
Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones.
Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta.
Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por prejuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos.
Amén