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¡Dejémonos atraer por la esperanza!
Estimadas amigas de la UMOFC:
No cabe duda de que el tiempo vuela y, casi sin darnos cuenta, el año está por terminar. Un año sin duda con muchos retos, pero también con grandes logros por los que hay que dar gracias al Señor. Como Iglesia, el documento final de la Asamblea sinodal, que recoge el fruto de 3 años de trabajo, es, como dice el Papa Francisco, un regalo para todo el Pueblo de Dios y para el mundo. El año jubilar, que está por empezar es, sin duda, otro gran don para la Iglesia.
La UMOFC también tiene mucho que agradecer: Los frutos de nuestra Escuela de Sinodalidad, que nos ha permitido caminar junto a toda la Iglesia en este proceso de oración, diálogo y discernimiento; la campaña “Plantando Esperanza”, en la que tantas personas en el mundo han participado plantando uno o más árboles para contribuir con el medio ambiente; el trabajo para prevenir y detener la violencia y discriminación contra las mujeres, especialmente el que realizamos en África a través de nuestro Observatorio Mundial de las Mujeres (WWO); la labor a favor de los migrantes y refugiados, particularmente en América Latina y el Caribe; la recientemente lanzada campaña de “Comidas familiares sin dispositivos” electrónicos, a fin de promover la comunicación en la familia; nuestra participación activa en los organismos internacionales; la labor de información y formación realizada a través de nuestras redes sociales, la revista y el Newsletter; nuestra labor a favor del liderazgo y participación de las mujeres en la Iglesia y en el mundo y, sobre todo, el trabajo de nuestras más de 8 millones de mujeres alrededor del planeta mostrando a los demás, especialmente a los más necesitados, el rostro amoroso de Jesús.
Por otro lado, además de agradecer, nos preparamos ahora para recibir nuevamente al Niño Dios. Nos llena de confianza y esperanza saber que el Señor nació por nosotros. Como nos dice el Papa: "El anuncio de Belén es «una gran alegría» (Lc 2,10)… No es la felicidad pasajera del mundo, ni la alegría de la diversión, sino una “gran” alegría, porque nos hace “grandes”. Hoy, en efecto, nosotros seres humanos, con nuestros límites, abrazamos la certeza de una esperanza inaudita, la de haber nacido para el cielo (…) Jesús nuestro hermano vino a hacer que su Padre fuera nuestro Padre. Siendo un Niño frágil, nos revela la ternura de Dios … y nos da el poder de llegar a ser hijos de Dios. Esta es la alegría que consuela el corazón, que renueva la esperanza y da la paz; es la alegría del Espíritu Santo, la alegría de ser hijos amados”. (Mensaje Urbi et Orbi 2023)
Comprendemos así al Santo Padre cuando más adelante nos hace el siguiente llamado: “alégrate tú, que has perdido la confianza y las certezas, porque no estás solo, no estás sola: ¡Cristo ha nacido por ti! Alégrate tú, que has abandonado la esperanza, porque Dios te tiende su mano; no te señala con el dedo, sino que te ofrece su manita de Niño para liberarte de tus miedos, para aliviarte de tus fatigas y mostrarte que a sus ojos eres valioso como ningún otro”.
Finalmente, junto a la llegada de la Navidad, el 24 de diciembre se abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, dando así inicio al Jubileo Ordinario del 2025, convocado por el Papa Francisco a través de su bula Spes non confundit (La Esperanza No Defrauda). La esperanza constituye el mensaje central de este próximo Jubileo que, según una antigua tradición, el Papa convoca cada veinticinco años.
El próximo Jubileo será, por lo tanto, un Año Santo caracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios que nos muestra nuevamente su misericordia ilimitada. Pidámosle al Señor que este Jubileo nos ayude también a recuperar, tanto en la Iglesia como en la sociedad, la confianza necesaria en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación.
Las invito a que cada una, con su propio carisma y según sus circunstancias, sea corresponsable, para que en el año que está por comenzar, la multiplicidad de signos de esperanza testimonien la presencia de Dios en el mundo. Ofrezcamos signos de esperanza a los enfermos que están en su cama o en los hospitales; a los migrantes que buscan un lugar seguro donde vivir; a los presos; a las mujeres víctimas de la violencia; a los jóvenes que caminan desorientados en un mundo que parece no ofrecerles garantía de un futuro digno; a las millones de personas que viven desoladas por la guerra; a quienes han perdido la fe y van caminando sin rumbo; a quienes tienen miedo de iniciar una familia; a quienes pasan hambre…
Como nos exhorta el Papa: “Que el testimonio de los creyentes pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos”. ¡Dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuantos la desean!
Con este alentador panorama, me despido, deseándoles a ustedes, a sus familias y a los integrantes de sus organizaciones una Navidad llena del amor, la alegía, la paz y la esperanza que el Niño Jesús vino a traer al mundo.
Mónica Santamarina
Presidenta General de la UMOFC