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Al final del año de la Misericordia que acabamos de vivir, el Papa Francisco escribió una carta apostólica, “Misericordia et Misera”, en la que nos alienta a “mirar hacia adelante y comprender cómo seguir viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo la riqueza de la misericordia divina. Nuestras comunidades continuarán con vitalidad y dinamismo la obra de la nueva evangelización en la medida en que la «conversión pastoral», que estamos llamados a vivir, se plasme cada día, gracias a la fuerza renovadora de la misericordia. No limitemos su acción; no hagamos entristecer al Espíritu, que siempre indica nuevos senderos para recorrer y llevar a todos el Evangelio que salva.”(MM5)
El Santo Padre también nos habla de “las herramientas” necesarias para seguir celebrando la Misericordia de nuestro Señor: la celebración eucarística, los santos Sacramentos, la Palabra de Dios y la Biblia. Afirma que “las obras de misericordia corporales y espirituales constituyen hasta nuestros días una prueba de la incidencia importante y positiva de la misericordia como valor social. Ella nos impulsa a ponernos manos a la obra para restituir la dignidad a millones de personas que son nuestros hermanos y hermanas, llamados a construir con nosotros una «ciudad fiable»[19]. En este Año Santo se han realizado muchos signos concretos de misericordia. Comunidades, familias y personas creyentes han vuelto a descubrir la alegría de compartir y la belleza de la solidaridad. Y aun así, no basta. El mundo sigue generando nuevas formas de pobreza espiritual y material que atentan contra la dignidad de las personas. Por este motivo, la Iglesia debe estar siempre atenta y dispuesta a descubrir nuevas obras de misericordia y realizarlas con generosidad y entusiasmo. Esforcémonos entonces en concretar la caridad y, al mismo tiempo, en iluminar con inteligencia la práctica de las obras de misericordia. Esta posee un dinamismo inclusivo mediante el cual se extiende en todas las direcciones, sin límites. En este sentido, estamos llamados a darle un rostro nuevo a las obras de misericordia que conocemos de siempre. En efecto, la misericordia se excede; siempre va más allá, es fecunda. Es como la levadura que hace fermentar la masa (cf. Mt 13,33) y como un granito de mostaza que se convierte en un árbol (cf. Lc 13,19).”(MM 18- 19)
Las mujeres de la UMOFC estamos comprometidas en esta tarea, artesanas de reconciliación, sembradoras de esperanza. Estamos convencidas de que “la cultura de la misericordia se va plasmando con la oración asidua, con la dócil apertura a la acción del Espíritu Santo, la familiaridad con la vida de los santos y la cercanía concreta a los pobres. Es una invitación apremiante a tener claro dónde tenemos que comprometernos necesariamente.”(MM 20)
Nosotras queremos mejorar dicha tarea a través del estilo de la no violencia indicado por el Papa Francisco en Su mensaje para la celebración de la 50 Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de 2017: la única manera en la que podemos contribuir a la reconciliación y a la paz en este “mundo fragmentado”.
Oración a la Inmaculada, Reina de la Paz
Santísima e Inmaculada Virgen, Madre de Jesús y nuestra Madre amorosa, siendo Su Madre, compartiste Su realeza universal. Los profetas y los ángeles Le proclamaron Rey de la paz. Con amoroso fervor en nuestros corazones, te saludamos y te veneramos como Reina de la paz.
Por tu intercesión te pedimos que nos protejas del odio y de la discordia, y dirijas nuestros corazones hacia el camino de la paz y de la justicia que tu Hijo nos mostró. Vela sobre nuestro Santo Padre que trabaja para reconciliar a las naciones. Guía a nuestros gobernantes para que trabajen por la paz mundial.
Gloriosa Reina de la paz, concédenos la paz en nuestros corazones, la armonía en nuestras familias y la concordia en todo el mundo. Madre Inmaculada, cuida de nosotras y protégenos con tu amor maternal.
Amén.
Para profundizar: