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Mensaje Mensual Abril 2017

ultima cena

Este mes celebraremos el momento más importante, el culmen de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, nuestro Salvador. Si pensamos en Jesús ofreciéndose por nuestra salvación no podemos ignorar la misericordia de Dios. Esta está presente en la liturgia que celebramos.

Como señala el Papa Francisco en Misericordia et Misera: “En primer lugar estamos llamados a celebrar la misericordia. Cuánta riqueza contiene la oración de la Iglesia cuando invoca a Dios como Padre misericordioso. En la liturgia, la misericordia no sólo se evoca con frecuencia, sino que se recibe y se vive. Desde el inicio hasta el final de la celebración eucarística, la misericordia aparece varias veces en el diálogo entre la asamblea orante y el corazón del Padre, que se alegra cada vez que puede derramar su amor misericordioso.... La celebración de la misericordia divina culmina en el Sacrificio eucarístico, memorial del misterio pascual de Cristo, del que brota la salvación para cada ser humano, para la historia y para el mundo entero. En resumen, cada momento de la celebración eucarística está referido a la misericordia de Dios” (5). Tenemos que practicar, mostrar y ofrecer misericordia a todos y en todas partes.

En estos tiempos marcados por dificultades sociales y económicas, guerras y divisiones en el ámbito internacional, es nuestro deber enfrentar las realidades, superar la tentación de huir o permanecer indiferentes y tenemos que captar y ofrecer razones de esperanza y solidaridad. Desde el Concilio Vaticano II hasta el Papa Francisco, el Magisterio anima a leer la realidad en la que estamos según el método "ver, juzgar, actuar", y estamos llamados a dar un testimonio coherente de nuestra fe y a consolar los sufrientes. “Todos tenemos necesidad de consuelo, porque ninguno es inmune al sufrimiento, al dolor y a la incomprensión. Cuánto dolor puede causar una palabra rencorosa, fruto de la envidia, de los celos y de la rabia. Cuánto sufrimiento provoca la experiencia de la traición, de la violencia y del abandono... «Consolad, consolad a mi pueblo» (Is 40,1), son las sentidas palabras que el profeta pronuncia también hoy, para que llegue una palabra de esperanza a cuantos sufren y padecen. No nos dejemos robar nunca la esperanza que proviene de la fe en el Señor resucitado” (ibidem 13).

Que Cristo Resucitado os conceda paz y alegría a vosotras, vuestras familias, organizaciones y a todo el mundo.

¡Aleluya!

 

Para profundizar:

Misericordia et Misera 5,13

Evangelii Gaudium 198 -201

 

Oración

Salmo 63

Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de

ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua.

Como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu

gloria,

pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificaban -,

así quiero en mi vida bendecirte, levantar mis manos en tu

nombre;

como de grasa y médula se empapará mi alma, y alabará mi boca

con labios jubilosos.

Cuando pienso en ti sobre mi lecho, en ti medito en mis vigilias,

porque tú eres mi socorro, y yo exulto a la sombra de tus alas;

mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene.