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Durante este mes, nos preparamos a celebrar la encarnación de nuestro Señor Jesús. Como dice San Pablo en su hermoso himno: Jesús, “siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre” (Ph 2, 6-7).
Este mes comienza con la celebración del Día de Todos los Santos. Es nuestra fiesta, porque todos estamos llamados a santificarnos. Lumen Gentium, la Constitución dogmática del Concilio Vaticano II, dedica el 5º capítulo a la explicación de la vocación universal a la santidad en la Iglesia.
Este mes está dedicado de manera especial a la Misión de la Iglesia. “La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre”. (Ad Gentes 2)
El Papa Francisco, durante la audiencia general de los miércoles, continúa sus catequesis sobre la ESPERANZA.
Como mujeres de la UMOFC, tenemos la responsabilidad de sembrar esperanza, especialmente en la familia, entre los jóvenes y personas que sufren con una atención específica a las mujeres.
El 29 de julio se cumplieron cuatro años del secuestro de un misionero, el padre Fausto Dall'Oglio, en Siria. Es un jesuita que, en la década de 1980, restableció en Siria la comunidad monástica católica-siria de Mar Musa (Monasterio de San Moisés de Abisinia), heredera de una tradición cenobítica y eremita que data del siglo VI. El monasterio, situado en el desierto al norte de Damasco, también acoge a miembros de la religión ortodoxa.El padre Fausto Dall'Oglio está fuertemente comprometido en el diálogo interreligioso con el mundo islámico. Ha decidido comprometerse con este objetivo convencido de que el único camino hacia la paz es el diálogo y el respeto mutuo.
En este mes, celebramos la fiesta de Santa María Magdalena, “Apostola Apostolorum”, Apóstol de los Apóstoles. Ella fue una discípula de Jesús, siguiéndole hasta su crucifixión, y el primer testigo de su resurrección. Ella dio a los apóstoles la buena noticia de la resurrección. Esta es la razón dada por la Congregación para el Culto Divino de la Santa Sede cuando el año pasado se estableció su fiesta. Así mismo, esta decisión fomentó la atención y la reflexión sobre el papel de la mujer en la misión de la Iglesia.
Este mes adoramos de una manera especial el Corazón de Jesús. Queremos poner bajo Su Sagrado Corazón también nuestro compromiso: "Un minuto por la paz". En todo el mundo necesitamos paz. Cada día recibimos noticias sobre ataques terroristas; algunos se vuelven virales, otros son menos conocidos porque suceden en países que no están bajo los focos.
Este mes dedicado a la Virgen también cuenta con la celebración del día de la UMOFC, el día 13, memoria de la aparición de Nuestra Señora de Fátima. Y este año es el centenario de la Aparición. Esto representa un estímulo adicional para continuar nuestro compromiso con la UMOFC a todos los niveles. Hemos de ser responsables en la promoción de las mujeres y cada una de nosotras ha de estar involucrada en tal tarea.
Este mes celebraremos el momento más importante, el culmen de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, nuestro Salvador. Si pensamos en Jesús ofreciéndose por nuestra salvación no podemos ignorar la misericordia de Dios. Esta está presente en la liturgia que celebramos.
El título de la Carta Apostólica “Misericordia et Misera” hace referencia a dos palabras utilizadas por San Agustín “para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera”.
Vamos a continuar con el análisis acróstico de la palabra principal de este Jubileo: MISERICORDIA.
Este mes las palabras son: espiritualidad y humanidad.
“La Espiritualidad es la columna vertebral de cualquier servicio en la Iglesia y en la vida cristiana. Esta alimenta todo nuestro obrar, lo corrige y lo protege de la fragilidad humana y de las tentaciones cotidianas. La humanidad es aquello que encarna la autenticidad de nuestra fe. Quien renuncia a su humanidad, renuncia a todo. La humanidad nos hace diferentes de las máquinas y los robots, que no sienten y no se conmueven. Cuando nos resulta difícil llorar seriamente o reír apasionadamente —son dos signos—, entonces ha iniciado nuestro deterioro y nuestro proceso de transformación de «hombres» a algo diferente. La humanidad es saber mostrar ternura, familiaridad y cortesía con todos (cf. Flp 4,5). Espiritualidad y humanidad, aun siendo cualidades innatas, son sin embargo potencialidades que se han de desarrollar integralmente, alcanzar continuamente y demostrar cotidianamente”.